01 diciembre 2010

La concepción simbólica de la cultura






Elaboró: Gisela I. Díaz



Palabras clave: Cultura, enfoque simbólico, sistema de significados, semiótica, signo, símbolo, representaciones sociales.


Cuando se habla de cultura muchas veces se da por hecho que todos entienden a qué se refiere el término, sin embargo es conveniente identificar lo que se quiere decir con expresiones como “rescatemos la cultura de los pueblos”, “así es su cultura” o “la cultura lo determina”, los académicos, los gobernantes, el ciudadano de la calle como lo nombran Berger y Luckman (2006) emplean el término y pareciera ser que todos hablan de lo mismo, así que vale la pena dedicar un espacio a conocer las formas en las que el concepto de cultura ha evolucionado y el enfoque que del mismo prevalece actualmente en ciencias sociales. Si bien es cierto que esto debería implicar una revisión exhaustiva desde diversas teorías y disciplinas, en esta ocasión se tomará como punto de partida el texto de Gilberto Giménez (2007) denominado La concepción simbólica de la cultura, mismo que corresponde al primer capítulo de su libro titulado Estudios sobre las culturas y las identidades sociales. A continuación se presentan las ideas más importantes abordadas en el mismo y que brindan al lector un claro panorama acerca de la concepción del término cultura.


En este documento, Giménez (2007) expone de manera clara un panorama del proceso que ha seguido la conceptualización del término cultura históricamente subordinado a la antropología pero trasladado a lo largo del siglo XX por diversas circunstancias a las ciencias sociales en general bajo el movimiento denominado cultural turn, hasta llegar a nuestros días mencionando que la concepción hegemónica que prevalece es la concepción simbólica de la cultura a la que Giménez dedica el texto explicando en qué consiste la cultura como proceso simbólico, su posición teórica y metodológica de estudio como objeto transdisciplinario, su característica principal como una dimensión de toda la vida social a la que denomina transversalidad para concluir con una discusión acerca de las formas interiorizadas y formas objetivadas de la cultura retomando para tal aspecto a la teoría de Pierre Bourdieu entre otros.


La perspectiva histórica del término cultura y su transformación.

El término cultura surgió en la tradición antropológica cuando los practicantes de esta disciplina manifestaron su preocupación por la diversidad social en la pregunta “¿cuál es el significado de las costumbre extrañas y aparentemente incomprensibles observadas en sociedades diferentes a la nuestra?” (Durham, 1984, p.71 en Giménez, 2007). A partir de este momento el autor relata que el momento fundacional del término se da con la obra de Tylor (1871) quien aporta una definición tradicional del mismo bajo una perspectiva evolucionista, holística y etnográfica amplia que incluye todo lo que el hombre hace en sociedad. Boas (1920-1930) contrarresta esta perspectiva del término aludiendo que existe una pluralidad histórica irreductible de las culturas y para su estudio propone un enfoque etiquetado después por sus críticos como relativismo cultural, es decir, una objetividad relativa basada en las características de cada cultura. Es con Boas con quien da inicio la construcción del concepto de cultura en tres fases:


1. La fase concreta que mira a la cultura como conjunto de costumbres o modos de vida siguiendo la tradición de Herodoto a Montaigne.

2. Fase abstracta (1930-1950) en la que el foco de atención de los antropólogos pasa a ser el modelo de comportamiento de los grupos sociales (valores y normas), representada por autores como Ruth Benedit y Margaret Mead.

3. Fase simbólica (1970-) representada por el antropólogo Clifford Geertz quien propone a la cultura como conjunto de estructuras de significación socialmente establecidas, textos interpretables. Esta postura fue criticada por la antropología posmoderna (1980-1990) representada por autores como James Clifford y George Marcus que aluden que el conocimiento del otro es imposible y que sólo podemos acercarnos a él a partir de sus propias narraciones, lo que lleva a un subjetivismo todavía mayor en el estudio de la cultura y a un relativismo radical. Es a partir de esta “crisis de identidad de la antropología” que el término de cultura se libera de esta disciplina y su estudio se empieza a extender en las ciencias sociales. A esto se le conoce como cultural turn en ciencias sociales desde donde se define a la cultura como: conjunto de prácticas simbólicas dispersas y descentradas, un repertorio simbólico de estrategias de acción.

Giménez termina este marco histórico de la cultura mencionando las aportaciones más recientes de William Sewell (1999) quien propone repensar el concepto de cultura integrando las dos dimensiones características del término: sistemas y prácticas, ya que son elementos complementarios que articulados adecuadamente pueden proporcionar una mayor perspectiva para el estudio del tema.


La concepción simbólica de la cultura: implicaciones teóricas y metodológicas.

La tesis principal que el autor sigue es que es posible asignar un campo específico y relativamente autónomo al estudio de la cultura entendida como una dimensión analítica de la vida social regida por una lógica (semiótica) propia. Desde este enfoque de “concepción simbólica o semiótica de la cultura” se retoman a autores como Clifford Geertz y J. Thompson, concibiéndose el término como: “el conjunto de hechos simbólicos presentes en una sociedad, una organización social del sentido con pautas de significados, mismos que son históricamente transmitidos y encarnados en formas simbólicas, en virtud de las cuáles los individuos se comunican entre sí y comparten sus experiencias, concepciones y creencias” (Thompson, 1998, p. 197 en Giménez, 2007). Se agrega que retomando las raíces etimológicas del término es posible mencionar que en la cultura se encuentra el efecto de “cultivar” simbólicamente la naturaleza interior y exterior de la especie humana, cuyos frutos son sistemas complejos de signos que organizan, modelan y dan sentido a todas las prácticas sociales dentro de un tiempo histórico específico.

En su presentación Giménez hace un alto para explicar lo que entiende por simbólico o formas simbólicas. Se refiere al mundo de las representaciones sociales materializadas en formas sensibles: expresiones, artefactos acciones, acontecimientos, relaciones, la escritura, los modos de comportamiento, las prácticas sociales, usos y costumbres, vestido, alimentación, etc., es decir, al gran conjunto de los procesos sociales de significación y comunicación. Aspecto que implica el estudio de la triple problemática significación-comunicación: de los códigos sociales (sistemas articulatorios de símbolos), de la producción del sentido (ideas, representaciones y visiones del mundo) y de la interpretación (gramática de reconocimiento) .

Asimismo, lo simbólico de la cultura debe tratarse a partir de tres observaciones importantes como: 1) una dimensión constitutiva de todas las prácticas sociales, en representaciones o “modelos de” 2) como un instrumento de intervención sobre el mundo, un dispositivo de poder que no es sólo un texto para ser interpretado, es decir, orientaciones para la acción o “modelos para”; y, 3) con una relativa autonomía en su lógica de principios estructurantes para determinar sus prácticas y una relativa coherencia en la pluralidad del mundo cultural existente.

Si se considera que la cultura implica un sistema de signos, debe estudiarse como un fenómeno semiótico y la semiótica como disciplina debe estudiar la totalidad de la vida social, las leyes de la comunicación, dice Giménez (2007) son las leyes de la cultura. Es así, como se llega a la conclusión de que el estudio de la cultura no es objeto de estudio de una sola disciplina y por consiguiente no hay un único método para estudiarla pues diversas posibilidades de hacerlo son válidas cuando reconocen la naturaleza semiótica de la cultura, entonces los enfoques no se excluyen sino que se complementan. Por ejemplo: la cultura puede ser estudiada como sistema de reglas por la antropología estructural, como ideología o concepción del mundo por la tradición marxista, como sistema cognitivo y evaluativo por Gramsci, como esquemas interiorizados de percepción, de valoración y de acción por Bourdieu o como sistema modelante secundario por la semiótica cultural; Giménez (2007) prefiere estudiar a la cultura con una perspectiva dinámica un proceso que interrelaciona todo lo anterior por lo que define a la cultura como:


“el proceso de continua producción, actualización y transformación de modelos simbólicos (en su doble acepción de representación y orientación para la acción) a través de la práctica individual y colectiva, en contextos históricamente específicos y socialmente estructurados”.


Más adelante el autor presenta un resumen sobre las metodologías de investigación para el estudio de la cultura exponiendo 4 tipos de posturas: a) mediante el estudio de los textos culturales (conjunto de signos o símbolos que apuntan a un significado común); b) sectorialmente (dividir la realidad social en sectores abordados por especialistas); c) enfoque dinámico (incluye procesos articulados); y, d) estructura de clases.

El texto termina abordando el debate entre formas interiorizadas y formas objetivadas de la cultura, defendiendo el punto de que una concepción semiótica de la cultura obliga a vincular los modelos simbólicos a los actores que los incorporan subjetivamente (modelos de) y los expresan en sus prácticas (modelos para), obliga a considerar a la cultura desde la perspectiva de los sujetos (formas interiorizadas) más que de las cosas (formas objetivadas). Sin embargo se menciona que la cultura objetivada ha sido más estudiada que la cultura interiorizada, por lo que es importante atender a este último punto para cuyo estudio se cuenta con los siguientes paradigmas: 1) el paradigma de habitus (1972 y 1980) de Bourdieu, 2) los esquemas cognitivos de Srtauss y Quin (2001), Y 3) las representaciones sociales (escuela europea de psicología social).

Añade que la identificación y estudio de las funciones de la cultura interiorizada hace posible precisar la eficacia y la fuerza operativa de la cultura por lo que señala a las mimas: a) función cognitiva (esquema de percepción para comprender y explicar la realidad), b) función identificadora (las representaciones sociales definen la identidad social), c) función de orientación (guía potencial de comportamientos y prácticas), y c) función justificadora (legitima a posteriori los comportamientos y tomas de posición).

En resumen, la cultura es efectiva en tanto es incorporada por los individuos y canalizada en un flujo de acción, sin olvidar que la identidad como dimensión subjetiva de los actores sociales, constituye la mediación de la dinámica cultural. La cultura tiene funciones de elaboración del sentido común, de construcción de una identidad social y la misma se encuentra en la raíz de todas las prácticas sociales. Su estudio es algo indispensable para descifrar la dinámica social y su orientación.

El escrito provee al lector un marco muy completo para comprender lo que significa el estudio de la cultura, mostrando su importancia a lo largo de la historia y las perspectivas teóricas y metodológicas para su abordaje, clarificando la postura que el mismo asume y defiende en la actualidad por lo que se recomienda para su revisión a los interesados en el estudio de la cultura.


Referencia: Giménez, G. (2007). Estudios sobre la cultura y las identidades sociales. México: CONACULTA ITESO.